La compañía de la ansiedad.

La ansiedad es una de las principales causas de malestar en nuestra sociedad. A causa de la pandemia se ha convertido en uno de los términos más buscados en Google y el principal motivo de consulta en Atención Primaria. Cuando alguien dice que “tiene ansiedad”, suele hablar de una sensación general, una especie de cajón de sastre para referirse al malestar o los síntomas que aparecen sin motivo aparente o frente a determinadas situaciones de la vida. 

¿Qué es realmente la ansiedad y cuándo se convierte en un problema?

La ansiedad es un mecanismo universal, normal y adaptativo. Es una respuesta mental y física de nuestro cuerpo que mejora la capacidad de anticipación y rendimiento del organismo movilizándolo para estar alerta y dispuesto a intervenir ante situaciones de peligro. Es por tanto, un mecanismo de defensa. Una reacción que o es necesariamente negativa y que nos permite en determinadas circunstancias dar una respuesta adaptativa al entorno. 

La ansiedad, entones, nos impulsa a tomar las medidas adecuadas en función de la situación y la naturaleza del peligro (huir, atacar, afrontar, adaptarse, etc.). Liberándose en nuestro organismo una oleada de hormonas, entre ellas la adrenalina y el cortisol. La adrenalina aumenta la frecuencia cardíaca, eleva la presión arterial y aumenta los suministros de energía. El cortisol incrementa la glucosa en sangre y limita las funciones no esenciales o perjudiciales en una situación de lucha o huida, como el sistema inmune, el digestivo o el reproductor. 

Por lo que, no representa ningún problema de salud cuando el sistema de respuesta al estrés es capaz de autolimitarse y la respuesta de ansiedad aparece de manera funcional y, una vez que la amenaza ha pasado, todo vuelve a la normalidad. La dificultad aparece cuando este mecanismo se activa de forma desproporcionada, ante peligros imaginarios, riesgos no reales o pensamientos anticipatorios de cuestiones que preocupan a la persona, reaccionando su organismo del mismo modo que si fuera un peligro objetivo y sintiéndose permanentemente amenazado.

“La ansiedad es la mente yendo más deprisa que la vida”. Carmen Sanz 

Cuando una persona se encuentra constantemente enredada en preocupaciones el organismo se acostumbra a funcionar en “alerta” y aparecen los síntomas físicos de la ansiedad. La activación a largo plazo del sistema de respuesta al estrés y la sobreexposición al cortisol y otras hormonas pueden alterar casi todos los procesos del cuerpo. Por ejemplo, ver alejarse un proyecto de futuro, la obstaculización de un deseo importante o la pérdida de algo logrado pueden ser vividos como una amenaza para nuestro mundo psíquico. Nos movemos entre el deseo y el miedo, como un péndulo. Deseando lo que sentimos que nos falta y temiendo perder lo que creemos tener. Así, el mecanismo funciona de forma alterada y, en lugar de ayudarnos, nos incapacita. Por ello, cuando los síntomas son graves y desagradables, duran demasiado tiempo u ocurren con demasiada frecuencia, ante situaciones que no deberían ser estresantes o impidiendo que hagamos lo que queremos hacer realmente, es cuando la ansiedad está fuera de control. Por tanto, el objetivo es aprender a manejar y controlar la ansiedad; no a eliminarla o suprimirla. 

Pero,  ¿qué causa la ansiedad? 

Hay diversos factores desencadenantes. A menudo puede iniciarse en periodos de estrés  donde la persona siente que sus recursos personales están sobrepasados. Puede deberse a estrés físico como una enfermedad, accidentes, abuso de alcohol o drogas… o estrés psíquico, como una ruptura sentimental, presiones en el trabajo, problemas económicos, afrontamiento de un duelo, etc. 

Del mismo modo, existen factores personales que conllevan una cierta predisposición a sufrir ansiedad. Hay personas con experiencias difíciles en la infancia, vivencias traumáticas, o personalidad ansiosa y tendencia a la preocupación excesiva que son más vulnerables. La ansiedad afecta a nuestra forma de pensar, de actuar y en cómo reacciona nuestro cuerpo. Una persona puede comenzar a sentirla en cualquiera de las tres áreas, pero la reacción de ansiedad en cada una de ellas influye en las demás.

Existen síntomas psíquicos y de hipervigilancia, tales como inquietud, agobio, sensación de amenaza o peligro, ganas de huir o atacar, inseguridad, recelos, dificultad para tomar decisiones, respuesta de alarma exagerada, dificultad para concentrarse, problemas de sueño, irritabilidad… y síntomas físicos: dolor de cabeza, cansancio, tensión muscular, sensación de ahogo, de opresión en el pecho, visión borrosa, pitidos en los oídos… Especialmente los síntomas físicos se viven de manera muy negativa porque son muy desagradables y a veces aparecen sin razón aparente, por lo que algunas personas piensan que padecen un problema físico y que algo grave les va a suceder.  

Cuando la ansiedad se convierte en patológica, hablamos de los Trastornos de Ansiedad, dentro de los que se encuentran distintos tipos: 

  • Trastorno de Ansiedad Generalizada. Se caracteriza por una sensación general y constante de preocupación. 
  • Trastorno de Pánico. Se caracteriza por los ataques súbitos y repentinos de terror y sensación de pérdida de control.
  • Agorafobia. La persona que lo sufre tiene sentimientos de pánico con la sensación de no poder salir o escapar y de sentirse desprotegida.
  • Trastorno de estrés post traumático aparece ansiedad tras haber vivido una experiencia aterrorizante que implica daño físico o amenaza del mismo. También sucede frente al daño emocional.
  • Fobia social. Aparece una timidez exagerada caracterizada por miedo y ansiedad marcada y persistente al enfrentarse a determinadas situaciones sociales.
  • Cuando la ansiedad surge ante situaciones muy específicas como la presencia de determinados animales, hablamos de Fobia específica.
  • Trastorno Obsesivo Compulsivo. Las personas tienen pensamientos persistentes y perturbadores y usan rituales para controlar la ansiedad producida por esos pensamientos.

 

Frente a la ansiedad patológica y en los casos en que aparecen estos trastornos, en ocasiones es necesaria la terapia farmacológica para aliviar los síntomas. Además, mediante el tratamiento psicológico se realizan las intervenciones terapéuticas dirigidas a ayudar a que la persona recupere su estado de salud y bienestar. Con el objetivo de favorecer el desarrollo de herramientas que le permitan reducir y manejar la ansiedad de manera más adaptativa, en terapia se trabaja en distintas áreas. Como por ejemplo, la reducción de los síntomas físicos mediante el entrenamiento en relajación, respiración o mindfulness, el manejo de los pensamientos automáticos catastróficos o negativos que generalmente la mantienen o incrementan, a través de herramientas de reestructuración cognitiva. Así como el abordaje de experiencias o acontecimientos vitales ocurridos en la historia de vida de la persona que, no habiendo sido adecuadamente procesados por el cerebro, pueden ser causa de síntomas y bloqueos en el momento actual. 

Como herramientas y hábitos adecuados que toda persona puede poner en práctica para reducir y manejar la ansiedad, recordamos la necesidad de cuidar el descanso y la alimentación, proporcionarse experiencias de bienestar ocupando la mente y el cuerpo en actividades agradables, practicar mindfulness para favorecer el equilibrio emocional, así como cuidar las relaciones afectivas. 

En este punto es esencialmente importante también la relación de la persona consigo misma, el autocuidado cognitivo, atendiendo al propio diálogo interno. Los seres humanos pueden modificar su vida modificando sus actitudes mentales. De este modo, tal como se haría con una amistad o persona querida, se pueden modificar los mensajes cargados de palabras culpabilizadoras o negativas por otros más comprensivos y compasivos que ayuden a sentirse mejor. 

 

Integra. Resuelve. Avanza.

 

 

Susana Cruz García
Psicóloga Sanitaria

Nº Col AN 04313

 

 

Otras entradas de blog de Susana: