De todas las personas es de sobra conocido, la importancia de instaurar buenos hábitos de alimentación, ejercicio, sueño, meditación, etc, pero muchas veces, como dice el refrán del dicho al hecho hay un trecho. Pero, entonces…
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¿Qué podemos hacer?
Es curioso cómo funciona nuestra mente, por un parte tenemos muy claro aquello que deseamos alcanzar, por ejemplo pesar “x” kg y cuando cometemos excesos, generamos en nuestro interior emociones negativas muy fuertes (la culpa, el remordimiento) que nos impulsan a querer realizarlo de inmediato, por ejemplo, el lunes empiezo sin falta, o ya no como más dulces, empiezo el gimnasio, etc, pero de nuevo volvemos una y otra vez a la misma situación.
La mente funciona por conexiones neurales nerviosas que se van creando y reforzando a lo largo de toda nuestra vida y eso hace que determinados comportamientos se repitan una y otra vez a pesar de querer hacer cambios en nuestros hábitos de vida. Esas conexiones están reforzadas de tanto usarlas y las nuevas aún no se ha creado o son demasiado débiles, por lo que requieren un esfuerzo mayor o por lo menos más consciente.
¿Eso quiere decir que es muy difícil cambiar tras muchos años haciendo lo mismo?
Pues la respuesta es que NO. Pero sí que requiere una toma de conciencia (algunas personas lo llaman fuerza de voluntad, ya hablaré de ella), y una forma determinada de realizarlo para que el camino sea más sencillo.
Cuando llevamos a cabo algo nuevo o menos automatizado en nuestra práctica diaria, eso requiere un mayor esfuerzo para nuestro cerebro, ya que tiene que depositar mayor energía que en otras actividades. Por eso, al principio, solemos poner excusas, bloqueos, etc, para no llevarlo a cabo y poder mantenernos en un nivel de gasto energético cerebral más bajo.
Pero, a medida que a pesar de esos obstáculos, seguimos repitiendo ese nuevo ejercicio, este se automatiza, y los recursos energéticos se restauran, es decir, se ha convertido en un hábito.
Muchas personas hablan de que se necesitan 21 días para instaurar un hábito, pero estudios recientes y mi práctica clínica y personal, me dicen que eso no es del todo exacto, ya que confluyen muchos más factores en todo este proceso.
Imaginaros por un momento que mi meta es conseguir perder peso, por ejemplo 30 kg, sé de sobra que necesito cambiar patrones alimenticios, hacer ejercicio físico, beber más agua, comer menos cantidad de comida y quizás más despacio, etc, pero cuando visualizo ese objetivo yo, sin darme cuenta me boicoteo porque el esfuerzo que supone es demasiado elevado y es como si imaginase subir de un solo paso más de 30 pisas.
Así que quizás ahí está el fallo, ponemos excusas que nos liberan de la culpa para no enfrentarnos a ese esfuerzo que además vemos como una meta tan lejana que no se ni cómo hacer:
“Mi metabolismo ya no es lo que era”
“No tengo fuerza de voluntad”
“El lunes empiezo, pero si durante la semana me surgen eventos o circunstancias que pueden alterar mi ritmo, pues alá, me digo, otra semana perdida, el próximo lunes retomo”
“El fin de semana me lo salto, me lo merezco”
“Voy a darme un premio, me lo he ganado, de tanto trabajar”
Pues bien, ahí están todas nuestras excusas inconscientes que intentan protegernos, aunque lo hagan de un modo inadecuado. Así que, para que nuestros objetivos se conviertan en esos hábitos, hay que determinar, en primer lugar:
¿Qué es un objetivo?
Es una meta realista, concreta y cuantificable. ¿Qué quiere decir esto?
- Realista: Por ejemplo si mido 1,80 y quiero pesar 50 kg, quizás esa meta no sea muy realista. O si quiero perder 20 kg en 2 meses tampoco lo sea.
- Concreta: Algo que sea muy específico.
- Cuantificable: Que se pueda medir el grado de cumplimiento de mi objetivo; ejemplo con una báscula.
Así, por ejemplo, un objetivo bien definido sería por ejemplo perder 20 kg en el año 2021. Y uno no bien definido sería Perder peso.
Una vez tengamos claro nuestro objetivo, habría que desgranarlo, para saber que tengo que hacer en cada momento, aprendemos mejor cuando sabemos cuál es el camino y cómo debo hacerlo.
Lo ideal sería establecer objetivos anuales: Objetivo concreto, realista y cuantificable a alcanzar este año, objetivos mensuales: Mes a mes determinar de forma concreta, realista y cuantificable sub objetivos de ese objetivo anual. Y por último, realizar objetivos diarios: Hoy que puedo hacer de forma concreta, realista y cuantificable para conseguir mi meta mensual y así alcanzar mi objetivo anual.
Los objetivos diarios son la clave del éxito para conseguir instaurar un hábito y para eliminar esas excusas inconscientes que nos decimos para boicotearnos y evitar aquello que deseamos.
El pasado ya pasó, el mañana lo construimos desde el hoy
Integra. Resuelve. Avanza.
Laura Gómez Garrido
Psicóloga Sanitaria
NºCol: AN 06302
Fundadora del Instituto de Hipnosis y Psicología