¡Nuevo post en nuestro blog sobre el amor propio!

En la entrada del blog de hoy haremos un recorrido a través de las grandes mentes de como se concebía el amor propio y sus diferentes formas.

La concepción del amor propio ha sido malentendida como egoísmo a lo largo de la historia. Ya Calvino (1928), entendió que el amor a sí mismo era una enfermedad. La única virtud del amor era amar a los demás. Freud entendió el amor a uno mismo como narcisismo. Durante la infancia, el narcisismo era necesario y durante la adultez, si se volvía a él, era un rasgo patológico y nos hacía incapaz de amar a los demás. Entendiendo de esta forma el amor, cómo algo excluyente. O los demás o yo. Fromm, en su libro El Arte de Amar, ya quiso apelar a la lógica y explicar, que, si debemos querer a los demás como a nosotros mismos, esto implica que el amor a nosotros mismos es necesario para saber querer a los demás. El amor no es excluyente y que nosotros mismos, al ser seres humanos, debemos ser objeto de amor. Tanto extrínseca como intrínsecamente.

El egoísmo y el amor a uno mismo son conceptos opuestos. Un ser humano egoísta, se ama poco, se odia. La apariencia de ser una persona preocupada de si misma, no es más que una imagen proyectada, que esconde frustración y malestar, así como rigidez a la hora de obtener satisfacciones del mundo.

Eckhart lo resumió de una forma muy clara: “ Si te amas a ti mismo, amas a todos los demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no lograrás realmente amarte, pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti, los amarás como una sola persona, y esa persona es a la vez Dios y el hombre. Así, pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama igualmente a todos los demás.”

El amor propio está formado por múltiples cosas, como saber perdonarme, saber distanciarnos o acercarnos a las personas, cuidar las relaciones sociales, el autocuidado, la autocompasión o la autoaceptación. Para comenzar a cultivar el amor propio es importante escucharse y conocerse, de esta forma obtendremos las respuestas.

Oltra (2013) define el autocuidado como: “Aquellas actividades que realizan los individuos, las familias o las comunidades, con el propósito de promover la salud, prevenir la enfermedad, limitarla cuando existe o restablecerla cuando sea necesario”. Por tanto, “no es una actitud azarosa ni improvisada, más bien resulta ser una función reguladora que las personas desarrollan y ejecutan deliberadamente con el objeto de mantener su salud y bienestar” (p. 88).

Autocuidado es dedicarse tiempo a uno mismo, es ayudar a los demás sin olvidarse de uno mismo. Autocuidado es saber perdonar sin tolerar que me hagan daño, es ser capaz de decir que no, aunque sea a personas que quiero. Es pedir ayuda y dejarse ayudar, saber qué me hace mal y saber dejarlo atrás. Autocuidado es abrazar las emociones que siento, es no luchar contra aquello que me emociona. Pero autocuidado, también es salir a pasear, pasar tiempo de calidad con los tuyos, un baño largo o una mañana de deporte. El autocuidado emocional es fundamental para la vida diaria, y cuidarnos a nosotros mismos permite que nos relacionemos de forma más funcional con nuestro entorno.

Por otro, la autocompasión es tratarse con amabilidad a uno mismo, siendo conscientes de nuestros límites, de los valores que guían nuestra conducta y del camino que llevamos en relación con ellos.

La forma en la que nos relacionamos con los demás, está influida por cómo nos comportamos con nosotros mismos. A su vez, el amor a uno mismo hace que nos relacionemos con el mundo desde la empatía, desde la asertividad, desde la comprensión, influyendo de forma directa en la calidad de vida. Por ello, el escucharse, saber lo que necesito y lo que no, validar lo que sentimos, entendernos, aceptarnos, saber hasta dónde llego y saber hasta dónde llegan los demás, dedicarme tiempo; son algunas de las cosas que permiten que pueda conectarme con aquello que siento, que comprenda de donde vienen mis emociones, y hacia dónde van.