Poco a poco nos acercamos al final del año, y antes de comenzar con las fiestas navideñas y los propósitos de año nuevo nos viene a la mente esta pregunta: “¿Qué he logrado este año? ¿En qué ha cambiado mi vida a mejor?”.
Mucha gente empieza el año con metas en mente que al final se quedan en nada. Quizás te apuntaste a un gimnasio pagando varias mensualidades seguidas, y apenas lo pisaste. Quizás decidiste dejar de fumar, o ahorrar más, o leer ese libro pendiente que está en tu estantería cogiendo polvo. Quizás este año iba a ser tu año, y al final solo fue un año más. Termina el plazo para cumplir nuestros sueños, y todo lo que creíamos que íbamos a conseguir hace un año se ha quedado en nada. ¿Qué hago ahora con todos estos sentimientos de frustración, culpa e impotencia? ¿Vuelvo a repetir lo mismo este Año Nuevo, o tiro ya la toalla y acepto que no voy a cambiar nunca?
Marcarnos objetivos que no conseguimos tiene repercusiones en nuestro estado de ánimo y nuestra autoestima, así como el motivo al que adjudicamos el fracaso. No es lo mismo creer que no hemos logrado algo porque no era el momento, ya que teníamos muchas cargas familiares, en el trabajo, etc, a creer que no lo hemos logrado por ser una persona vaga, inmadura o sin fuerza de voluntad. La primera perspectiva es más piadosa que la segunda, mina menos la forma en la que nos valoramos. Además, si creemos que no somos capaces de conseguir lo que nos proponemos, no vamos a intentarlo siquiera.
¿En qué he fallado?
Hay muchos motivos por lo que no has logrado tus objetivos. Algunos pueden deberse a causas externas, a imprevistos con los que no habías contado, o a la falta de recursos. Otros, en cambio, dependen de ti, y entre ellos se encuentran:
- Exigirte demasiado. Quizás querías empezar el año cambiando de vida completamente, y al abarcar muchas cosas no llevaste a cabo ninguna a largo plazo. Si es así, puedes comenzar estableciéndote metas más realistas y sencillas de alcanzar. Para conocer tus límites al respecto, busca en tu pasado. En muchos momentos de tu vida te has propuesto cosas que has logrado, y otras que no. Mira de qué dependió, de forma que puedas repetir tus éxitos y aprender de tus fracasos.
- O todo o nada. A lo mejor tenías un solo objetivo: salir a correr. Pero el objetivo era correr todos los días, y cuando viste que solo salías dos días a la semana te frustraste y lo dejaste. La vida no es blanco o negro, sino en una infinidad de matices de grises. Por poco que consigas, tiene mérito. Trata de bajar la exigencia e ir paso a paso, premiándote cada día que hayas hecho algo relacionado con tu meta, aunque no sea tanto como quisieses. Premiándote llegarás mucho más lejos y con más satisfacción que castigándote.
- No compaginar tu meta con tu día a día. Si tu objetivo no es compatible con tus rutinas, no vas a poder mantenerlo en el tiempo. Si por ejemplo quieres leer un libro o meditar, pero no encuentras un hueco en tu agenda para ello, no lo vas a hacer. Si en cambio te estableces un rato específico para ello (antes de dormir, mientras esperas el autobús, o poniendo una alarma o recordatorio para hacerlo, por ejemplo), entonces será más sencillo llevarlo a cabo.
- No saber cómo conseguir lo que quieres. Quizás quieres ejercitarte, pero no te viene bien ir a un gimnasio, y tampoco sabes qué ejercicios deberías hacer por tu cuenta. Hacer las cosas sin saber e ir sin rumbo hace que nos frustremos, ya que tenemos que lidiar con la incertidumbre de no saber si lo estamos haciendo bien, y si con ello lograremos lo que queremos. Es mejor buscar información que nos dé confianza o empezar haciendo las cosas con alguien que nos pueda enseñar, y ya luego seguir por nuestra cuenta.
- No tener la motivación suficiente para comenzar. Si es tu caso, empieza preguntándote ¿por qué te has marcado ese objetivo? ¿De verdad lo quieres llevar a cabo, o lo haces porque es lo que se espera de ti? Mucha gente trata de cambiar su vida todos los años, no porque quiera, sino porque tenemos la presión de la sociedad y del entorno por llevar una vida más sana. Lo cual puede ser beneficioso en general, pero a la hora de marcarnos objetivos que no nos motivan realmente, lo que se consigue es que sigas sintiendo que no puedes cambiar tu vida, obteniendo un fracaso tras otro que afecta negativamente a tu autoestima. Si no quieres ir al gimnasio, no vayas. Quizás dar un paseo con alguien con quien te lleves bien te es mucho más agradable y al mismo tiempo te sirve de ejercicio. Si no quieres leer ese libro tan profundo que te regalaron, no lo leas. Busca otro libro o hobbie que te interese más y que no vivas como una carga. Ya surgirá el momento en que el libro que te regalaron te interese (o no, y tampoco pasa nada). Tener aspiraciones que requieren esfuerzo para así mejorar como persona es fantástico. Llenarte de tareas pendientes de cosas que se supone que “deberías hacer” y que no te terminan de gustar, no lo es, al contrario. Antes de marcarte cualquier tipo de propósito, piensa detenidamente si es realmente lo que quieres, o si lo ves como una obligación. Y si es por un motivo mayor (por recomendación médica, por ejemplo), busca entonces cómo llevarlo a cabo de la forma más llevadera posible.
- No tener fuerza de voluntad a largo plazo. Quizás quieres hacer algo que te motiva, sabes cómo hacerlo, has encontrado el hueco del día que le vas a dedicar, y empiezas. Pero al tiempo lo dejas, porque te han surgido responsabilidades más importantes, o una época estresante, y no puedes con todo. Cuando comienzas a llevar a cabo tus objetivos, es importante adelantarte a las dificultades que puedes encontrarte en el camino. Si piensas que en una semana de mucho ajetreo vas a dejar a un lado ese nuevo hábito saludable que has empezado, trata de buscar un plan B, o una forma de poder llevarlo a cabo aunque sea durante menos tiempo o de forma más sencilla para que así no dejes del todo la rutina. Busca apoyo a tu alrededor, ya sea alguien que pueda hacerlo contigo, o que tenga objetivos similares, y así os apoyéis mutuamente. Si no lo hay, también existen foros y comunidades para cada afición. Ten claro por qué quieres conseguir tu objetivo (lo puedes escribir y colgarlo en algún lugar visible) y priorízalo. Muchas veces, debido al cansancio y al estrés, dejamos de cuidarnos y nos dedicamos por completo a nuestras responsabilidades, haciendo lo que se nos exige, nuestras rutinas básicas y nada más. Establecer un momento de parar y reflexionar cómo llevamos el objetivo principal que queremos conseguir, ya sea semanal o mensualmente, nos ayudará a darnos cuenta si lo estamos dejando de lado y ver cómo retomarlo.
Algo que va más allá de todo lo aquí escrito te bloquea. Si notas que hay algo más profundo que te interfiere, más allá de lo motivacional u organizacional. Si poniendo todo de tu parte no lo consigues. O si aún leyendo todo esto sigues sin saber por qué te cuesta tanto, es posible que ir a terapia te beneficie para saber qué te puede estar interfiriendo. Hay personas que por mucho que se esfuercen, no consiguen sus objetivos, a veces porque hay algo que va más allá de su voluntad que les afecta. Este puede ser el caso por ejemplo si se padece alguna enfermedad médica o trastornos mentales. Entonces habría que empezar trabajando aquello que interfiere, o adaptando tus objetivos a tus capacidades en este momento, para así poder tener las ganas, la energía y las habilidades para lograr lo que quieres.
En resumen, empieza perdonándote el no haber logrado tus objetivos este año (ya has visto que no es tan sencillo). Y a partir de ahí, comienza exigiéndote menos, escogiendo bien tus metas, adaptándolas a tus circunstancias y organizándote adecuadamente. Así aumentarás tus posibilidades de lograr lo que quieres, y con ello, tu propio bienestar y satisfacción.
El próximo año será distinto, ¡ánimo!
Irene Hernández Ponce
Psicóloga Sanitaria
Nº Col AN1067